Comenzamos
la ruta desde el parque
de Montehermoso.
El día 26 de mayo de
2013, hemos realizado una bonita ruta de senderismo por el marco incomparable
de la dehesa extremeña, en esta ocasión ha sido en la dehesa Boyal de
Montehermoso. Fuimos guiados por Jesús, una persona puesta en lo concerniente a
todo lo que hay y existe en esta dehesa boyal. Nos fue llevando por un
recorrido en el cual pudimos observar y ver la flora y la fauna del lugar,
igualmente pudimos admirar los vestigios que perduran en ellas de épocas
pretéritas, como son los yacimientos arqueológicos del neolítico, donde pudimos
contemplar los dólmenes existentes y que tienen excavados, los cuales datan de
unos 4.000 años a.C., también pudimos observar otros restos antiguos, aunque en
este caso más cercanos a nuestros días, como son los antiguos chozos de
pastores y antiguos molinos harineros, al igual que las antiguas zahúrdas donde
se resguardaban los cochinos que se criaban en la dehesa. En lo concerniente a
la vista paisajística decir que sobran las palabras para describir como se
encuentra la dehesa en esta época, explosión de colorido por las miles de
flores que tapizan su suelo, a lo que hay que sumar el esplendor de la arboleda
ya que es el tiempo en que las encinas y alcornoques que cubren estos campos se
encuentran en su mayor magnificencia. Y además si te encuentras con un entorno
bien conservado mejor aún.
Por todo esto quiero
sinceramente darles las gracias a Jesús y demás personas que nos guiaron. Y
decirles que sigan con su implicación en la conservación de este patrimonio,
tanto natural como monumental, para que las futuras generaciones puedan
disfrutar de él como hasta la fecha lo disfrutamos todos los que paseamos por
estos entornos.
Animo y seguir como hasta ahora.
Pero como ya conocen de
mí, no puedo pasar a exponer las imágenes tomadas sin antes contarles alguna
leyenda de estas tierras, en esta ocasión serán las siguientes:
LOS NEGRITOS DE MONTEHERMOSO
No
podía faltar la leyenda en torno a los Negritos. Una de las historias más
emotivas y que probablemente sea la más significativa y aceptada por el pueblo,
es la que se ha ido transmitiendo oralmente de generación en generación. Dice
así:
“Hace ya muchos siglos había
una familia muy pobre, compuesta por siete hermanos, que llegado el mes de
febrero y con él, la celebración de San Blas, se acercaban al pueblo para pedir
limosna, interpretando cada año una danza ritual distinta, para evitar ser
reconocidos.
Pasado
dieciséis años y después de interpretar dieciséis danzas diferentes, pensaron
que la gente del lugar les reconocerían al llegar, y decidieron entonces
tiznarse la cara de negro con corcha quemada, para hacer creer a la gente que
eran otros los que actuaban. Uno de ellos, el que ejercía como jefe del grupo,
se puso un gorro imitando a la mitra de un Obispo y un traje llamativo y
pintoresco, con un zurrón de piel de cabra a sus espaldas, donde guardaba los
instrumentos de las danzas que iban a interpretar, en sus manos portaba unas
enormes castañuelas de corcha que no emitían sonido alguno y que el tocaba sin
cesar. Su papel era el de intermediario entre el grupo de danzarines y el
público y con sus muecas y sus gracias hacia las delicias de mayores y
pequeños.
Estando bailando delante de
las autoridades presentes, y hallándose allí el obispo de la diócesis de Coria,
fueron reconocidos por este, al ver que eran los mismos danzantes que todos los
años venían a la celebración de San Blas bendito a pedir limosna, aunque
tuvieran sus rostros pintados. Entonces mirando a todos los allí congregados
exclamó “ESTOS SON LOS NEGRITOS DE SANTO TOMÉ, QUE TODOS LOS AÑOS NOS VIENEN A
VER”.
Otra de las leyendas que corren por este
pueblo es la que lleva por título “La Majada del
Penitente” y en la cual se cuenta lo siguiente:
“Era costumbre en Montehermoso, en los siglos XVI y XVII,
entre los fieles, hacer penitencia por las noches, en un largo caminar, desde
el pueblo hasta la ermita de la Virgen de Valdefuentes.
Solían vestir
largas túnicas, el rostro cubierto con una capucha y la espalda descubierta,
donde se mortificaban con flagelos de fibra de duro lino. La leyenda
conserva los nombres de Fausto y Julia, una pareja de novios, que con el fin de
cumplir una promesa a la Virgen de Valdefuentes, se dieron cita una noche junto
a la ermita del Cristo. Enterado de ello, en lugar del novio, se adelantó un antiguo rival, contrincante
en amores, a quien la novia había rechazado previamente por no interesarle.
Llegado éste a la
ermita del Cristo, como Julia no lo reconociese, por ir cubierto su rostro y no
poder pronunciar palabra alguna, por llevar el hábito de penitente, le siguió,
portando, como era preceptivo una linterna para iluminar el camino.
Al pasar el arroyo
de la Nava, el penitente se levantó la túnica, para evitar que se mojara,
dejando ver bajo ella una reluciente espada, que llevaba oculta con el fin de
dar muerte a Julia, mujer que lo desdeñó. Julia, al ver la
espada y cerciorarse de que aquel hombre no era su actual novio, le estrelló la
linterna en plena cara dejándole mal herido y huyendo a refugiarse a una majada
cercana. El penitente, en la penumbra de la noche, la siguió hasta aquel lugar,
pinchando a los cerdos con la espada, con el fin de localizar y malherir a
Julia, que consiguió salir ilesa del trance. Desde entonces el
sentir popular conoce a la cochiquera con el nombre de “La Majada del
Penitente”.
Dícese, que en la mágica noche de San Juan, a eso de las doce –hora de brujas, hechizos y encantamientos-, cuando el plenilunio baña con su tenue luz campos de jaras y matorrales, se escucha en las inmediaciones de la majada un suave lamento: es el alma del agresor que pena su culpa entre las derruidas piedras de la porqueriza”.
Dícese, que en la mágica noche de San Juan, a eso de las doce –hora de brujas, hechizos y encantamientos-, cuando el plenilunio baña con su tenue luz campos de jaras y matorrales, se escucha en las inmediaciones de la majada un suave lamento: es el alma del agresor que pena su culpa entre las derruidas piedras de la porqueriza”.
Y después del relato de
estas dos leyendas del pueblo de Montehermoso, paso a exponer las imágenes que
fue tomando a lo largo del recorrido de la ruta.
Pareja de foráneos.
Cartel
orientativo de la dehesa boyal.
Caminando ya por la dehesa.
Chozo de Daniel.
Atendiendo
a las explicaciones
que sobre él nos daba nuestro guía.
Continuamos con el paseo.
Ruinas del primer dolmen,
conocido por el nombre de
“Dolmen Gran Encina”
Explicación
sobre estos modelos de enterramientos,
dada por un experto arqueólogo que nos acompaño.
Otra perspectiva del mismo.
La abuela de las encinas de la
dehesa de
Montehermoso,
se le calculan más de 700 años.
Acobijo de ella, “Como pollos con gallina”.
Otro dolmen, que tiene por nombre
“Gran Dolmen”.
Otra panorámica del mismo.
Y otra más.
Algunos tenían hambre.
El siguiente dolmen, o dolmen del “Tremedal”.
Otras
perspectivas de este.
Bañadero de jabalíes.
Laguna Grande.
Otra más de ella.
Descendiendo hacia el Arroyo del Pez.
Panorámica,
en la cual se divisa el cauce
del Arroyo del Pez.
Ruinas del antiguo molino harinero del Jerrao.
Antiguas “Pasaeras” utilizadas para vadear el
arroyo
cuando este corre.
Llegando a la laguna del Jerrao.
En la fuente Jerrumbrosa.
Zahúrdas para cochinos.
Otra más de la Majá de los Porqueros.
El chozo
de los porqueros.
Otra zahúrda.
Con tanto cruce, hay que ver cómo ha evolucionado
el cerdo ibérico.
Este es
de buen tamaño.
Contemplando a los equinos.
Las cervezas y la sombra hacen su efecto.
“Incluso
llego a roncar”.
No tardo mucho en darle fin.
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